Es la pregunta que todos nos hacemos, verdad?

Lo cierto es que el título de este post es un poco engañoso por que desgraciadamente yo, y supongo que nadie, tenemos la respuesta a esa pregunta.

En realidad lo que aquí vas a encontrar son los consejos que suelo dar a mis amigos cuando me preguntan sobre el tema. Son el fruto de mi experiencia personal tras haber pasado por esta situación en varias ocasiones.

Además te facilito algunos enlaces a webs que espero te ayuden en tu búsqueda.

Tengo una mala noticia. No eres eterno.

Recuerdo que a comienzos de los 80 mi abuelo se acercó a comprar una cámara de vídeo que por entonces eran el sumun de la modernidad doméstica. El aparato, casi engendro, consistía en una cámara enorme que debías llevar siempre apoyada al hombro que iba enchufada a un grabador de vídeo que llevabas también colgando del hombro. El flash iba aparte y debía llevarlo otra persona que iba pertrechada con un cinto con baterías extra. El conjunto no pesaría menos de 15 kilos. El vendedor  insistió a mi abuelo para que esperara un año pues las nuevas cámaras iban a ser mucho más compactas y fáciles de transportar. La respuesta de mi abuelo fue tajante: «Caballero, yo no tengo tiempo para esperar!». Esta anécdota, además de suponer mi entrada en el mundo del vídeo y la fotografía como «asistente de cameraman», ha permanecido en mi familia desde entonces como ejemplo de lo inútil que es dejar pasar el tiempo sin aprovecharlo. Podría haberllo sintetizado en solo dos palabras (Tempus fugit) pero me apetecía inmortalizar a mi abuelo en este blog!

Este mercado tiene una rotación de modelos muy alta y esto nos puede dar la sensación de que esperando un poco más podremos comprar «el modelo insuperable». Pero nada más lejos de la realidad: para cuando tengas tu cámara nueva en las manos el fabricante ya tendrá en producción el modelo que la sustituirá en breve. Así que acepta mi consejo: cuando elijas tu cámara no lo dudes, cómprala y empieza a disparar con ella. Capturarás momentos que nunca más volverán y que hubieras perdido de haber seguido esperando!

No existe la cámara que vale para todo:

Es muy probable que cuando vayamos a la nieve o a la piscina no queramos llevar nuestra reflex con el zoom 100-300. Por otro lado, cuando salimos de viaje no deberemos olvidarnos un gran angular para que nos quepa la catedral de turno. Si salimos una tarde de otoño en bici sería una pena no por llevar una cámara que pudiera capturar esos colores tan particulares de los árboles.

Supongo que estas deliberaciones las hemos tenido todos y la conclusión a la que muchos hemos llegado es que, presupuesto aparte, lo ideal es poder tener una reflex y una compacta.

De hecho todos los fotógrafos profesionales que conozco, pese a tener varios cuerpos e infinidad de lentes de las gamas más altas de Nikon o Canon, lo cierto es que nunca se separan de su cámara compacta.

No es de extrañar, ya que las compactas actuales han llegado a un nivel de calidad muy alto y su tamaño te permite llevarlas a todas partes. Las hay que incluso se pueden mojar por lo que puedes hacer cosas con ellas que nunca harías con tu reflex!

Más no siempre es mejor:

En nuestra búsqueda de «la cámara perfecta» es lógico que queramos un modelo que nos sirva para todo tipo de situaciones y lugares. Además tendemos a poner el listón bastante alto en cuanto a caraterísticas se refiere (más influidos por la publicidad que por la necesidad!) y buscamos una cámara con una óptica muy luminosa, un rango de zoom muy amplio, una resolución muy alta, un montón de opciones automáticas pero a la vez la posibilidad de pasar a un modo manual que sea muy sencillo de usar, que incluya lo último en conexiones, que haga video, que pese poco, que sea muy ergonómica y si me apuras, que nos caliente la cena al llegar a casa!

Desgraciadamente eso no existe. De hecho debemos ir haciéndonos a la idea que no existirá jamás, ya que muchas de esas características son incompatibles entre sí.

Además, como dice el refranero: «cada pecado lleva su penitencia». Aplicado a la fotografía digital esto significa por ejemplo que tomar fotos en resoluciones altas nos obligará en muchos casos a usar un PC potente con software profesional. Además ocuparán mucho más espacio en nuestro disco duro y deberemos reducir su tamaño para enviarlas por email o usarlas en nuestro Blog.

Lo mismo podemos decir de las lentes. A mayor zoom, más cristales en su interior, luego mayor será su tamaño y su peso … y más dolor de cuello al final del día.

Si optas por una reflex y no eres profesional quizás deberías buscar una óptica polivalente (un 18-200mm por ejemplo) de gama media. Con una sola lente podrás capturar tanto la fachada de la iglesia como la zigüeña que vive en su campanario. La calidad es más que aceptable. Evitarás ir cargado con un montón de lentes y además su precio es sensiblemente menor al de sus hermanas mayores.

Conclusión … o algo así

Las grandes marcas fabrican cámaras con diferentes características para poder satisfacer a la gran diversidad de necesidades de los usuarios y así abarcar todos los posibles nichos de este mercado.

Busca la que mejor se adecue al tipo de uso que vas a darle e intenta no dejarte influenciar por las tendencias del momento.

Intenta comprar un máquina con buenas ópticas, aunque tengas que escoger un modelo algo menos «sofisticado». Recuerda que el zoom digital de las cámaras es completamente inútil y fíjate solo en su zoom óptico.

Disfruta haciendo fotos. Con cada disparo estarás capturando para siempre un momento de tu vida…

Vale, lo sé, es una cursilada pero alguien tenía que decirlo!

🙂